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viernes, 23 de febrero de 2007

La diversidad en la sexualidad



Los seres humanos somos diversos por naturaleza, en todo lo que hacemos hay diferencia y no por eso le quitamos la legitimidad a nuestros actos. Por ejemplo, a Sofía le gustan las manzanas y también las peras, naranjas, etc. Eso no quiere decir que una fruta sea mejor que otra, son distintas con propiedades nutricionales únicas, los sabores son distintos y no se contraponen. Por otro lado, a Israel le gustan los trajes color gris, los azules también y los negros, etc. ¿un color es mejor que otro? NO, ¿se contraponen? NO. Pues algo similar sucede en la sexualidad.

Cuando en sexualidad se habla de diversidad, las personas podemos asociar la palabra con libertad, respeto, responsabilidad o con peligro, censura, algo indeseable, prohibido, que está mal, y en sexualidad nada se contrapone porque nos manejamos con tres reglas ante la expresión diversa de la sexualidad que son:

a) Durante la práctica sexual la persona no se provoca daño.
b) Tampoco le provoca daño a otras personas.
c) Entre quienes participan en la experiencia sexual hay un acuerdo mutuo.

La experiencia consciente de la sexualidad nos pone en el límite de la libertad y la dependencia, la libertad para vivir el placer responsable contra la dependencia a los viejos esquemas impuestos de prohibición del placer.

Nos podemos traicionar en la experiencia erótica y dar paso al temor a través de anestesiar el cuerpo quitándole la posibilidad de sentir y vivir, hasta preguntarnos en algún momento después de años de mentirnos ¿dónde quedaron nuestros sueños? Esas miradas libres que creábamos para darle una dirección a nuestra vida han sido sustituidas por una cadena de traiciones continuas que pusimos al creernos tan listos como para controlar hasta nuestro placer y meterlo en una agenda, acotado por un breve espacio de tiempo del día. Después de todo, lo único que abrazamos es la inmensa soledad que creamos y dónde se suponía que no íbamos a vivir.

A veces ni le preguntamos a nuestro cuerpo qué es lo que quiere, tememos que su voz sea irracional o, como algunos lo llaman, una “sexualidad animal”. Pero lo único animal o mejor dicho irracional es no vivir lo que nos corresponde vivir. Muchas veces, lo descubrimos tarde, cuando la vida ya se nos va, porque un cuerpo sin vida, sin alma, no puede reír, llorar ni cantar. Un cuerpo abandonado, limitado, sin experiencia de placer sólo espera morir, tal vez como la última racionalización del que lo porta es que habrá otra oportunidad en otra vida.

Si lo hemos vivido, la muerte no nos asusta, la esperamos en paz, no es sorpresa, ni temor, ni tristeza, es tránsito natural de lo humano, tránsito de vida de sonrisas, besos, caricias, abrazos a sonrisas, besos, caricias, abrazos de los que se quedan y continúan.

Si yo no me permito vivir la diversidad que representa mi sexualidad ¿habría de prohibirle vivir plenamente su sexualidad a otras/os? Tú ¿qué opinas?

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